La única ventana abierta en la habitación era la del sistema operativo de su notebook. Él no sabría precisar si era noche o día, septiembre u octubre, porque durante un tiempo prolongado había permanecido encerrado, usando el wifi de su vecino, contraseñas obtenidas usando aircrack-ng, programa especifico para auditar redes inalámbricas, sin otra preocupación que la recaudación lograda a través de sus negocios ilícitos en la darknet. Su barba cargaba días de desidia, el resto de su rostro, vestimenta e higiene también. “El olvido del cuerpo”, pensó. “Y el mundo también me olvidó”, volvió a pensar.
A la superficie jamas ascendía. Permanecía en la profundidad de Internet, conocía noticias del mundo exterior por sus contactos en redes sociales y otros medios de comunicación. Sus horas de sueño eran tan desordenadas como el resto de la habitación donde pasaba la mayor parte del dia. Y la única luz allí era la del monitor del PC portátil.
Él no se consideraba un hacker pero tampoco un usuario común, era una nueva y rara especia-ciudadano, híbrido, que tenía habilidades informáticas inusuales: sabia algún que otro lenguaje de programación, pero jamas llegó a dominar profundamente el lenguaje ensamblador, entendía de protocolos de TCP/IP pero no frecuentaba el uso de sniffer como Wireshark, en pocas palabras: le faltaba disciplina para ser hacker. Tampoco había tenido disciplina para tantas otras cosas en su vida. Había incursionado en varias universidades pero encontraba asfixiante toda institución, demasiado anacrónica, demasiado inamovible y material para estos tiempos de bytes y dword.
Su nombre, ¿acaso importaba?, poseía varias identidades, ninguna completa. O, mejor dicho, lo suficientemente completas como para hacer sus travesuras informática. Tuvo nombre macizo como el de todos los ciudadanos, tuvo amigos como todos los hombres, pero eso fue hace mucho tiempo. Ahora nada de eso importaba. Él se encontraba fuera del mundo, pero no era el único. Trató con varias personas de distintas regiones que se encontraban en un estado similar al de él. Y eran tan reacios a establecer vínculos como él. ¿Misántropos congénitos es la definición?: Quizá una una característica de su generación esparcida en el mundo como islas, porque el poeta que dijo que ningún hombre era una isla nunca llegó a percibir el presente. Hoy todo hombre es una isla.
Él, tantos nombres, tantos hombres, cuando muera lo hará en la forma en que vivió su ser verdadero: anonimamente. Nadie sabrá qué fue de él y diversos fragmento de su personalidad flotaran en el océano de internet durante la eternidad resignificanose y quizá serán atribuidos a varias personas. El autor murió. El sujetó murió. Es el tiempo de las ideas expresadas en el ciberespacio.
Al final del día él solo será un grupo de cookies y post. Quedará lo leído y escrito. Lo que tradicionalmente fue lo más fútil, efímeras abstracciones, le sobrevivirán.
¿Qué es la realidad para él?, una construcción, una gramática, unos números, nada pesado, todo liviano, software compilado y corriendo. No hay verdad. No hay mentira. Solo código y reglas que son su capricho.
Hoy complementa sus labores de consultor comercializando exploits, programas destinados a explotar vulnerabilidades desconocidas o parcialmente desconocidas, y base de datos robadas desde el anonimato de tor en algún oscuro perdido foro de la red. ¿Pero quién fue él antes de convertirse en este mago de bytes, código y descuidado hardware?. ¿Qué historia esconde este ser mitológico, confiando en su caverna tecnológica, desterrado de la realidad?.
Su vida terrenal pertenece a su prehistoria y me propongo escribirla.