Frío. Mucho frío. Ahora sentado frente a mi computadora puedo sentirlo en mis pies y en mis brazos. A mi me gusta el frío: me recuerda mi cuerpo aún cuando estoy hipnotizado por el monitor de la notebook. Sí, uno puede sentir el cuerpo todo el tiempo como pinchazos húmedos y helados en los pies descalzos y hasta en los brazos abrigados. Lo atraviesa todo.
Se disfruta más dormir con el frío porque el frío tiene esa doble naturaleza, por un lado, cuando estamos despiertos, estamos el doble de despiertos porque sentimos el cuerpo todo el tiempo y nunca se nos olvida y, por otro lado, cuando dormimos, dormimos el doble de profundo porque nuestra consciencia busca escapar del frío. Así, durante ese clima que muchos juzgan hostil nosotros estamos el doble de despiertos durante el día y el doble de dormidos durante la noche.
El frío nunca fue hecho para burgueses acostumbrados a las comodidad sino para quienes disfrutan de las pasiones intensas: el vodka es propicio para el frío porque es fuerte, intenso.
Quienes disfrutan del frío nunca se entregan a pasiones modestas, sino que hacen todo con intensidad, por eso, quienes disfrutamos del frío nunca dormimos, invernamos
La burguesía siempre prefiere el confort brindado por la tibieza. Los burgueses son ese calor leve y confortable.
Frío es soledad: la gente no se reúne con el frío y permanece en sus casas y quizá por eso también es reflexión.
Frío es sutileza y omnipresencia: llega hasta mis huesos y también a la pared atrás mio.
El Frío, propicio para espíritus intensos e ígneos, nos muestra cómo se debe vivir: padecer y sentir el dolor, dormir profundamente.
Este texto fue publicado por primera vez el 5 de junio de 2018 en https://medium.com/@robertfock/fr%C3%ADo-fbc66befb21d