Día 3: filosofando

Tal como Descartes en la segunda parte de “el Discurso del Método” nos encontramos solos y encerrados, junto a una notebook (Descartes tenía una estufa), con toda la tranquilidad necesaria para entregarnos por entero a nuestros pensamientos: onanismo intelectual.

¿Qué pasará en el futuro?, ¿cual será el porvenir de la especie después del coronavirus?

Ya se escuchan los primeros discursos filosóficos construyendo mundos sin capitalismo donde reine la solidaridad global, o se escuchan los primeros fatalistas anunciando un capitalismo aún más feroz porque “el coronavirus nos divide y nos individualiza”.

La realidad y la filosofía se prodigan una mutua indiferencia. El filosofo inventó la “verdad” para lidear con una realidad hostil. Una ficción útil, dijo el mas lucido de los filósofos, que mas que filosofo fue un poeta y conocía la seducción de las palabras, y por eso fue el mas lucido: Nietzsche.

El pensamiento filosófico es la mas elaborada forma de onanismo narcisista. Un encierro placentero.

Yo conozco de prisiones. Sé que la mas elaborada y bella de las prisiones es el lenguaje porque nos brinda la libertad y las paredes necesarias para sentirnos libres y prisioneros. Sin lenguaje seriamos esclavos de los instintos que son la única forma de libertad autentica. Experimentada unicamente por los animales y los locos.

Una vez escribí sobre el raro prestigio que tenía la verdad entre los intelectuales. ¿Qué es la mentira?, el concepto, la belleza, la complejidad. ¿Qué es la verdad?, eso, la cosa, lo que señalo, la chatura, la simpleza desnuda de palabras.

Nietzsche nos enseñó que no hay verdades simples porque son todas complejas.

Los pronósticos filosóficos son tan útiles como los diagnósticos de un brujo.